«La CIA asegura que dañaron gravemente el programa nuclear iraní, pero un informe clasificado admite que solo lo retrasaron unos meses. Mientras Trump grita victoria, el uranio podría estar escondido en alguna cueva persa.»
TEHERÁN, IRÁN – Tras doce días de guerra, Irán e Israel mantienen una frágil tregua mientras Estados Unidos intenta maquillar los resultados de su ofensiva contra las instalaciones nucleares iraníes. El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, rompió el silencio con un discurso que mezcla desafío, burla y una advertencia: “Estados Unidos no ganó nada”, aseguró. Según él, Israel “casi colapsó” y Washington fue víctima de una “bofetada contundente”.
La ofensiva estadounidense del pasado domingo impactó tres centros clave del programa atómico iraní: Fordo, Natanz e Isfahán. Pero el documento clasificado filtrado por CNN revela que los ataques no destruyeron componentes esenciales, apenas lograron ralentizar el programa por unos meses. ¿La prueba más incómoda? Nadie sabe si Irán logró evacuar los 400 kilos de uranio enriquecido que tenía en su poder.
Mientras Trump presume de haber sepultado instalaciones “bajo kilómetros de escombros”, la OIEA y expertos nucleares piden tiempo, acceso y cautela. La ONU admite haber perdido “visibilidad” sobre el material nuclear iraní desde el inicio de las hostilidades. Aun así, el portavoz de Defensa estadounidense comparecerá para “defender la dignidad de los pilotos”. Entre tanto, se retoman las conversaciones diplomáticas con un objetivo incierto: evitar que esta guerra deje más muertos que acuerdos.
Israel, por su parte, insiste en que se trató de un “golpe duro”, pero también admite que es pronto para saber si lo fue lo suficiente. Teherán, por el momento, gana en narrativa: se muestra desafiante, se victimiza por las 627 muertes civiles que dejó la campaña israelí, y vuelve al juego diplomático sin rendirse ni ceder su uranio.