«La Dominicanidad y la situación en Friusa generan un debate crucial sobre identidad, migración y el impacto en el turismo. Es momento de tomar acción y proteger lo que nos define como nación»
Por: Yoarem Monegro
Empezaremos diciendo que tenemos que conocer el concepto de dominicanidad, el cual está definido claramente en la página web oficial de la Presidencia de la República Dominicana, que reza lo siguiente:
«La dominicanidad es eso que nos sale por los poros, que se delata en nuestros gestos, en nuestros pensamientos, en nuestra forma de disfrutar la vida y en nuestro amor por la patria. En fin, es eso que nos identifica culturalmente como pueblo.»
Para ubicarnos en el contexto geográfico del tema, diremos que el Hoyo de Friusa se encuentra en Bávaro, es parte del Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana, dentro de la provincia La Altagracia, y que además es reconocido como el «pequeño Haití» porque su población es mayoritariamente de ese país, con ciudadanos que ya están establecidos en este punto turístico.
Cuando decimos «establecidos», no quiere decir que estén regularizados. Sin embargo, la regularización tenemos que ponerla «entre comillas».
Esto es así porque es el modus operandi, el método de adquisición para estar y circular dentro de la zona, y que se ha hecho costumbre por lo visto, logrando su establecimiento de forma irregular. No obstante, al aplicar los términos ilegal e irregular, deben aplicarse tanto a ellos como a los responsables de permitirlo.
Aquí debemos evaluar: ¿a quién afecta más, a la dominicanidad o a la población en Friusa? Porque, al parecer, la dominicanidad no vale cuando esta población del vecino país está fuertemente establecida dentro del polo turístico más importante del país.
¿A quién afecta el turismo de Punta Cana? ¿Quién se beneficia del conflicto? ¿Hacia dónde vamos a dirigir el turismo si están tratando de destruir el polo más importante? Los medios están convocando desde pequeños hasta grandes, avivando el conflicto.
Es el rol de las instituciones manejar el tema y erradicar la problemática. ¿Qué va a pasar con la economía turística? ¿Por qué no sacan a los irregulares e ilegales, no solo de Friusa, sino a nivel nacional? ¿Quién se beneficia de una población extranjera tan alta en comparación con otros grupos en suelo dominicano, afectando directamente nuestra cultura?
Son muchas las interrogantes y, si seguimos, este escrito no terminaría.
No todo es views ni todo es likes, porque es muy fácil promover una situación, invitando e incitando al conflicto sin medir las consecuencias inmediatas. Y, por otro lado, realizar una promoción subjetiva a favor de los vecinos no solo afecta el turismo, sino que también perjudica al sector de Punta Cana a gran escala.
Lo más importante: afectamos la economía dominicana, lo que repercute en todos los residentes dentro del país, pero, sobre todo, en la imagen internacional y la marca país.
¿A dónde vamos a parar con esto?
La solución a esta problemática no solo es en Friusa. Tenemos muchas provincias, barrios de la capital, plazas comerciales, residenciales e importantes negocios que pertenecen en su mayoría a personas del vecino país en suelo dominicano.
¿De quién es la responsabilidad de resolver estos problemas de gran envergadura? No es de los ciudadanos. Y la situación en el mercado de Friusa aquel día, la promoción que hacen ciertos grupos que están financiando estos movimientos, nos lleva a pensar en los intereses que están en juego, como, por ejemplo, nuestro hermoso polo turístico.
Solucionar esto es institucional, y no solo de una entidad, sino de varias que convergen, porque todas son vinculantes al tema en cuestión.
Ahora enfrentamos una crisis. Enfocarnos en la marcha es lo inmediato, pero no lo correcto, porque la solución no es solo la seguridad y protección antes, durante y después de ese día. La solución todos sabemos cuál es, pero no todos están preparados para esta conversación.
Debemos tomar en cuenta que venimos de largas décadas en las que se ha fortalecido económicamente a personas de todos los ámbitos, quienes se han convertido en los dueños de la irregularidad e ilegalidad migratoria, desde la frontera hasta el centro del país. Debemos aplicar una perspectiva con proyección y reconocer que estos actores han creado y siguen impulsando este caos, el cual nos está absorbiendo cada día más. Pero sucede que, como seres humanos, hasta que el agua no nos llega al cuello, no reaccionamos.
Ahora bien, si queremos resultados diferentes, hagamos lo correspondiente: valoremos y cuidemos lo que nos ha costado esfuerzo y sacrificios, abracemos y amemos más nuestra tierra, República Dominicana.
Tomemos como ejemplo las prácticas internacionales en cuanto a deportaciones y regulaciones, principios de reciprocidad en los ámbitos comercial y turístico, limpiemos las contrataciones laborales hoteleras para que sean exclusivamente para dominicanos. Implementemos lo que funciona en otros países, adaptándolo a nuestro contexto, dentro del marco de los derechos humanos, garantizando el debido proceso por el bien de nuestras generaciones.
Hagamos patria de forma correcta con la dominicanidad. Establezcamos controles y regulaciones migratorias necesarias, protejamos los puntos turísticos del país, unamos a las Fuerzas Armadas con el deber ser, y establezcamos los cambios institucionales necesarios en la República Dominicana.
Valoremos nuestros intereses nacionales, preservemos nuestra identidad y soberanía nacional, hoy, mañana y siempre.
¡Tomemos el sartén por el mango!
