No es secreto para nadie que la salud mental en la República Dominicana siempre ha sido relegada a segundo plano, los estigmas sociales y la ignorancia han convertido este país en un cúmulo de personas vulnerables con miedo a buscar ayuda profesional y ser catalogados como “locos” ante la sociedad.
Es crítico ver cómo un caso tan trágico como lo fue el de Pumarol, hombre de 30 años, diagnosticado con esquizofrenia paranoide desde hace diez años, quien terminó asesinando a una persona e hiriendo a cinco el 23 de julio en el condominio Naco Dorado IV, en el Distrito Nacional; sea un referente para perpetuar los prejuicios sociales hacia las personas con problemas mentales, y es que si bien en República Dominicana, el Ministerio de Salud Pública estima que un 20% de la población sufre alguna condición mental, incluyendo ansiedad, depresión y trastorno bipolar; la verdad es que existe mucha ignorancia al respecto, de igual manera muchos prejuicios y datos erróneos.
Al salir de la pandemia muchos profesionales de la salud mental advirtieron que la sociedad estaría teniendo una crisis en cuanto a la salud mental se refiere, y no se equivocaron, pero lo indignante no es que la sociedad estuviera sumergida en esta crisis, no, lo que realmente indigna es el hecho de que como dominicanos nos agarramos de cualquier problemática para segmentarnos y empezar a criticar y juzgar a los demás. Es una pena leer y escuchar los comentarios que emiten las personas que leyeron la noticia ya mencionada, muchos dijeron que una persona con un trastorno mental debería estar internado en un centro psiquiátrico, como si no fueran personas con derecho o fueran animales en cautiverio, como si ellos mismos fuesen inmunes a enfermarse y verse en una situación vulnerable donde su salud mental se vea comprometida.
Y no estoy diciendo que lo que pasó estuvo bien, jamás justificaré la violencia, pero dejemos de ser doble moral, lo primero que hacemos es señalar a los demás, sin embargo, la falta de empatía es lo que está matando esta sociedad, el individualismo y la creencia de que siempre y cuando las cosas no me sucedan a mí no debo por qué preocuparme, el estigma de que si alguien tiene problemas mentales es un “loco” que puede matar a otra persona en cualquier momento, la falta de reconocimiento y acción por parte de las autoridades pertinentes, la supresión de las emociones y el uso indiscriminado de la frase “no puedes quejarte ni sentirte mal porque hay personas que quisieran tener lo que tienes” es lo que nos ha impedido avanzar como sociedad hacia un futuro mejor, con mayor interés en la salud mental de sus ciudadanos.
