«La Constitución de la República Dominicana, el documento que debería ser la columna vertebral del orden legal del país, está plagada de errores lingüísticos. Según la Fundéu Guzmán Ariza, nada menos que el 88% de sus artículos contiene fallos gramaticales, ortográficos o léxicos. Estos defectos no solo empañan la dignidad del texto, sino que también complican su interpretación y aplicación efectiva».
¿UN TEXTO OBSOLETO?
Resulta alarmante que un documento de tal importancia siga presentando estas fallas. La Fundéu y la Academia Dominicana de la Lengua han ofrecido su ayuda para corregir estos errores, pero la pregunta es: ¿por qué un texto que debería ser intachable necesita tanta revisión? ¿Dónde quedó la rigurosidad en su elaboración?
REPETICIONES Y REDUNDANCIAS
El artículo 268 es un claro ejemplo de estas deficiencias. La repetición innecesaria de términos revela una falta de atención al detalle que es inadmisible en un documento de esta magnitud. ¿Es mucho pedir que el texto legal más importante del país sea claro y preciso?
María José Rincón, en su crítica «Una Constitución digna», recuerda que estas carencias no son nuevas. Ya en 2012, el jurista Fabio J. Guzmán Ariza había puesto el dedo en la llaga. Sin embargo, parece que la voluntad política para corregir estos errores sigue brillando por su ausencia. ¿Qué nos dice esto sobre el compromiso con la calidad y la claridad en el marco legal del país?
LINEA EDITORIAL
La necesidad de una reforma constitucional es inminente, pero lo verdaderamente urgente es que esta vez se haga bien. Los dominicanos merecen una Constitución que esté a la altura de su lengua y cultura, no un texto lleno de fallos que refleje la negligencia en su redacción.
